
Hay novelas que nacen para el olvido porque sus autores detestan escribir o escriben compulsivamente. En cualquier caso, sus personajes, las historias, las acciones, los ambientes, languidecen, carecen de ánimo (síntoma de anemia) o son utilizados al servicio y defensa de ciertas filosofías y lugares comunes. En la otra orilla se hallan los escritores inteligentes, colosos de la imaginación, novelistas cuya existencia depende tanto de su pericia arquitectónica como de su instinto creativo; las palabras, como decía Eco, después vendrán por sí solas.